La
calidad del terreno hizo que la aldea de San Esteban tuviese un
crecimiento rápido y, en ocasiones, el numero de sus habitantes ha sido
superior al de Mombeltrán. Por esto, aunque en su término hay bosques de
pinos, el paisaje que rodea al pueblo está muy humanizado con
predominio, junto al olivar |
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y la viña, de zonas de
regadío para lo que se aprovechan, entre otras, de las aguas que bajan
del puerto de Serranillos hacia el Barranco, en las que también pueden
encontrarse numerosos charcos que hacen las delicias de los veraneantes
que en gran número visitan este apacible pueblo.
Para una población numerosa y creciente erigieron sus habitantes una
iglesia parroquial en el siglo XIV, cuya mole, por lo elevado del lugar
en que se asienta, parece presidir el valle. Sin embargo, la
contemplación de sus muros nos muestra que sufrió una importante
transformación en el siglo XV sobre la misma base para ganar altura y su
finalización no concluyó hasta entrado el XVI. Por esto al trazado
románico inicial, escasez de vanos, adustos estribos se unen lo gótico
de los arcos apuntados y carpaneles e incluso el aire plateresco que se
observa en la fachada del mediodía, la principal, frente a la ausencia
de elementos decorativos de la situadas a los pies.
Su interior es una nave rectangular, con bóveda de crucería, que se
estrecha para formar el ábside en el cual está el altar mayor. Una verja
de hierro forjado lo separa del resto del templo. El altar mayor,
dedicado a San Esteban, Protomártir, patrón principal de la villa, es de
corte neoclásico. Junto a otros altares hay uno dedicado a San Pedro
Bautista.
Los días festivos más importantes se centran en San Pedro Bautista, un
misionero natural del pueblo que conoció en la Nagasaki japonesa el
martirio en 1597 y al ser el primer misionero que dio su vida por la fe
de Cristo en aquellas tierras se le conoce como el "protomártir de
Cristo en Japón". Desde 1601 cada 5 de febrero se organiza una fiesta en
su honor que |